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Las damas de hierro de la Defensa europea

La nueva alianza militar entre Francia y Alemania tiene a dos mujeres al mando. Ambas representan una imagen de Europa que muestra integración, pero a la vez determinación de reducir su pérdida de influencia en los asuntos globales.


Ursula von der Leyen, cabeza del ministerio de Defensa alemán, reclamaba un PESCO (una cooperación estructurada permanente) en la política exterior europea y una “cultura estratégica común”. Y en efecto, parece que en la resolución de conflictos la política exterior comunitaria no tiene el “punch” que debería, ante una falta de apoyo unánime por parte de los estados miembros.

Florence Parly, su homóloga francesa, remarcaba “Europa no es un lujo, es una necesidad. Y proseguía, “la Europa de la defensa no se hará en las instituciones, sino mediante las operaciones”. Hay que pasar de los conceptos a las prácticas, y coincidía en la necesidad de una cultura estratégica común.

En definitiva, Europa ha comprendido la necesidad de tener su propia voz, incluso de forma independiente de la OTAN (lo que ha puesto muy nerviosa a la Alianza), y esta es una consecuencia lógica derivada de la decisión de Estados Unidos de exigir mayor implicación a los europeos en su propia defensa.

Definitivamente, la percepción europea de la defensa debe evolucionar, y los responsables de las instituciones deben explicar claramente esta necesidad a los contribuyentes.


En un mundo inestable, Europa debe ser capaz de proteger sus fronteras, sus intereses económicos y su forma de vida, y debe hacerlo no con 28 voces distintas, sino empoderando una institución común que represente el interés general.


Europa se distingue por su extrema lentitud en la toma de decisiones, y eso debe de cambiar si se quiere dar respuesta efectiva a la multitud de amenazas a las que nos enfrentamos. La decisión de Francia y Alemania de hacer efectiva una alianza militar supone crear el núcleo de un ejército europeo, al servicio de los intereses de la Unión.

Así pues, la decisión de comenzar a financiar programas de I+D y de fabricación militar se convierte en una piedra angular de la nueva estrategia común, junto a un conjunto de unidades multinacionales y las posibles operaciones conjuntas que se determinen como protección de los intereses de la Unión. Para que todo esto funcione bien es absolutamente necesaria la “cultura estratégica común” de la que hablan las damas de hierro europeas.

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