Las revelaciones de la caja negra del A320 de Germanwings han supuesto un shock total, primero para los familiares de las víctimas, después para la opinión pública mundial y de manera muy especial para la comunidad aeronáutica, que observa atónita cómo empieza a cuestionarse todo su sistema de seguridad.
Los hechos comunicados ayer por el fiscal especial de Marsella que lleva el caso, y ya archiconocidos, han supuesto una auténtica conmoción a nivel mundial. Las preguntas caen en cascada. ¿Qué controles tienen los pilotos? ¿Hay evaluaciones psicológicas de los mismos? ¿Cómo es posible que un piloto pueda bloquear la cabina de un avión hasta convertirla en inaccesible desde el exterior?
Cuando el presidente francés, François Hollande, y otras autoridades del país, señalaban que era pronto para descartar cualquier teoría sobre el accidente del avión de Germanwings en los Alpes el martes 24 de marzo, seguro que ninguno de ellos, ni nadie, pensaba en lo que guardaba el registrador de voces de cabina.
Cuando al día siguiente al accidente Remi Jouty, director de la Oficina de Investigación y Análisis para la Seguridad de la Aviación Civil de Francia daba una rueda de prensa y se limitaba a reconocer que el grabador de voces de cabina se había recuperado y que ya se había procedido al volcado de los datos, y que estos eran válidos, pero que todavía habría que esperar a su transcripción, tampoco nada hacía presagiar la bomba en camino, pese a que una filtración a la televisión pública finlandesa señalaba que ambos pilotos estaban inconscientes en el momento del impacto.
Y todo para desayunar el día 26 con una noticia del New York Times que decía que uno de los pilotos había salido de la cabina y que el otro no le había permitido volver a entrar y había estrellado el avión a continuación.
Los hechos, como ya son conocidos, se dispararon desde ese punto. Unas hora después el fiscal de la audiencia de Marsella Brice Robin confirmaba en rueda de prensa este hecho, señalando que fue el comandante quién salió y el copiloto el que bloqueó la entrada, se negó a abrir a su compañero, y accionó el mando para que el avión descendiese.
Nadie podía esperar que un joven alemán de 27 años se suicidase llevándose con él a otras 149 personas.
Pero lo cierto es que por desgracia no es el primer piloto que ha actuado así.
Sin duda, el caso más conocido es, recordemos, el del Boeing 767 de Egyptair poco después de despegar de Nueva York. Según la investigación estadounidense fue el copiloto el que actuó de una forma similar. Según las autoridades egipcias, fue un fallo del B-767 que no se pudo reproducir en un simulador ni ha vuelto a ocurrir la causa del accidente. Otros casos fueron los de un ATR 42 de Royal Air Maroc, el de un Embraer 190 de LAM y un Boeing 737 de SilkAir. Además hay casos de pilotos que han robado un avión y lo han estrellado para suicidarse.
Y claro, el caso del Malaysia 370, del que más de un año después sigue sin saberse nada.
Tras conocerse lo ocurrido, numerosas aerolíneas ya han anunciado que van a revisar sus procedimientos para cuando un piloto abandona la cabina de vuelo. Muchas ya incluyen que en ese caso un miembro de la tripulación de cabina de pasaje permanezca en la cabina hasta el regreso del otro piloto para abrir la puerta en caso de que el piloto a los mandos haga algo raro o quede incapacitado.
Las puertas blindadas de seguridad y sus sistemas de acceso forman parte de los aviones comerciales desde los atentados del 11S.
También se ha cuestionado cómo el supuesto estado mental del copiloto no había sido detectado, una vez trascendió que durante sus estudios para piloto, este los había interrumpido por depresión. Desde Germanwigs señalaron que había superado hasta ese momento sin problemas todos los exámenes físicos y psicológicos.
Posteriormente se ha sabido que el copiloto había recibido una baja médica pero la había ocultado, destruyendo el documento, el cual fue encontrado en una papelera en su casa.
Médicos del CIMA llevan años promoviendo la creación de una especialidad de medicina aeronáutica. Quizás no hubiera solucionado este problema, ya que el joven copiloto tuvo intención en todo momento de causar el daño que finalmente ocasionó, pero quizás no hubiera podido saltarse el control médico de un profesional especializado.
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