Con un satélite espía a bordo, el primer fracaso del lanzador europeo Vega tuvo lugar el pasado 11 de julio tras 14 misiones con éxito en siete años y medio. Identificadas las causas, las previsiones son que retorne al vuelo en el primer trimestre de 2020.
La Comisión de Investigación Independiente encargada de identificar los motivos del accidente del lanzador ligero europeo Vega ocurrido el 11 de julio pasado acaba de presentar sus conclusiones tras dos meses de exhaustivas indagaciones.
La Comisión ha estado copresidida por Tony Tolker-Nielsen, inspector general de la Agencia Espacial Europea (ESA) y Roland Lagier, director técnico y de calidad de la compañía Arianespace de servicios de lanzamiento. Junto a ambos directivos, un amplio equipo de técnicos del contratista principal fabricante del cohete ‒la compañía italiana Avio que preside Giulio Ranzo‒ y del Centro Nacional de Estudios Espaciales de Francia (CNES) han efectuado los trabajos de campo y análisis.
En su informe preliminar, la Comisión de Investigación concluye que la causa más probable del accidente se debió a un fallo “termo estructural repentino y violento” en el motor de combustible sólido Zefiro 23 de la segunda etapa y no a un acto de sabotaje.
Al tratarse de una misión espacial cuyo objeto era poner en órbita el primero de los dos satélites espía FalconEye de Emiratos Árabes Unidos, en un primer momento llegó a temerse que el accidente tuviera su origen en un sabotaje, pero los investigadores han descartado tal posibilidad.
El decimoquinto ejemplar del pequeño lanzador europeo Vega despegó el 11 de julio desde la base espacial de Kourou a la hora prevista ‒las 03:53 hora peninsular española‒ para colocar en órbita a 611 kilómetros de altura al satélite espía FalconEye 1 de Emiratos Árabes Unidos, de 1.197 kilos al despegue y construido por Airbus Defence & Space y Thales Alenia Space.
Los análisis de telemetría han permitido reconstruir y analizar los detalles del accidente y determinar que el funcionamiento del motor P80 de la primera etapa fue correcta hasta su separación después de 1 minuto y 54 segundos de encendido.
El motor Z23 de la segunda etapa tomó inmediatamente el relevo, se encendió perfectamente y los parámetros de vuelo estuvieron de acuerdo con las previsiones durante los primeros 14 segundos.
Sin embargo, la Comisión de Investigación ha podido concluir que a los 130 segundos y 850 milisegundos del vuelo se produjo una anomalía debida a un “fallo termo estructural repentino y violento” en la parte delantera del motor de combustible sólido Zefiro 23, lo que causó la ruptura en dos partes del cohete Vega.
La ruptura originó que, a los 135 segundos, la trayectoria del conjunto superior comenzase a desviarse de su trayectoria prevista, por lo que el director de la misión, de acuerdo con los procedimientos de seguridad del Centro Espacial de Guayana, ordenó la destrucción del cohete a los 213 segundos y 660 mili segundos de su ascenso.
El informe preliminar de la Comisión de Investigación Independiente concluye que todas las operaciones de preparación y de cronología de la misión denominada VV15 fueron correctas y tuvieron lugar de acuerdo con las previsiones, al igual que el funcionamiento de la primera etapa P80 y los primeros 14 segundos y 25 milisegundos del encendido del motor Z23.
La Comisión confía en que Vega pueda retornar al vuelo en el primer trimestre de 2020, es decir, dentro de unos siete meses, pero siempre que se hayan puesto en práctica sus recomendaciones de seguridad y fiabilidad. Las recomendaciones exigen llevar a cabo un “exhaustivo plan de verificación, acciones correctivas y nuevos ensayos de todos los subsistemas, procesos y equipamientos involucrados”.
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