Hoy 15 de noviembre de 2014 se cumple el 40 aniversario de la puesta en órbita del primer satélite “made in Spain”, el INTASAT. ¿Quiénes fueron los ingenieros que lo hicieron posible y se convirtieron en los pioneros del sector espacial nacional?
Por Juan Pons. Después de tres semanas de retrasos, el 15 de noviembre de 1974 despegó desde la base de Vandenberg (California) un cohete Delta con el satélite español INTASAT a bordo. Era un microsatélite de 24,5 kg, con forma de poliedro de 12 caras, de poco menos de medio metro de altura y recubierto de paneles solares. Se trataba del primer satélite totalmente diseñado, desarrollado y construido en España.
La iniciativa partió del Instituto Nacional de Técnica Aeroespacial (INTA), cuna de la astronáutica española y escuela de los primeros directivos de la industria espacial nacional.
El peso real del trabajo de hacer realidad el INTASAT recayó sobre los hombros de dos hombres: José María Dorado y el entonces comandante del Ejército del Aire José María Goya, ambos ingenieros aeronáuticos.
Goya era un hombre extremadamente dinámico, resolvía los problemas administrativos, económicos y de relaciones internacionales y, en resumen, era un verdadero gestor. Según Pedro Pintó, responsable de las comunicaciones del satélite, “Goya estaba realmente por encima del proyecto, era el jefe de todos. Llevaba las relaciones externas y conseguía el dinero”.
Dorado era un joven y brillante ingeniero. Contaba con poco más de 31 años cuando en 1968 fue la persona elegida para ser el director del proyecto, lo que da testimonio de su capacidad y conocimientos. Su esfuerzo le hace ser reconocido como uno de los padres de la astronáutica española.
Un equipo único
Bajo la dirección de Dorado se había constituido un cohesionado equipo de jóvenes e ilusionados ingenieros aeronáuticos y de telecomunicaciones de la talla de Francisco Mata, Inocencio Tato, José María Carmona, Pedro Pintó, José Torres, Guillermo Álvarez Santullano, José Luis Díaz Garrido, Fernández Sintes, García Muzarra, Pérez del Puerto… junto con poco más de medio centenar de técnicos mecánicos, eléctricos y electrónicos.
Una de las claves para iniciar la aventura espacial española estuvo en la creación de la Comisión Nacional de Investigación en el Espacio (CONIE). Su presidente, Luis Pueyo, era el director del programa espacial nacional, un programa quinquenal cuya piedra angular era fabricar un satélite… el INTASAT.
“Se trataba de construir un satélite que nos enseñara a hacer satélites”. Y así fue. Aunque a bordo llevaba un experimento para el estudio de los electrones en la ionosfera, “lo importante era aprender a construir satélites”, confirma Dorado.
El ingeniero de telecomunicaciones Francisco Mata era el jefe de diseño de la electrónica. Según Víctor Rodrigo, “Mata era el ingeniero más brillante que he conocido”. Rodrigo, que se incorporó al INTA poco después del lanzamiento del INTASAT, fue director general durante muchos años de lo que hoy es CRISA, hoy perteneciente a Airbus Defense & Space. Rodrigo es el gran impulsor del desarrollo de la electrónica secuencial en los cohetes Ariane 5, una tecnología española.
Pedro Pintó era el responsable de las antenas y la radiofrecuencia. Cuando se fundó Hispasat en 1989, la valía profesional y experiencia de Pintó hizo que fuera designado director general técnico de la compañía y responsable de los primeros satélites Hispasat.
Totalmente español
A las ordenes de Pintó trabajó José Torres. “Era un ingeniero muy bueno”, afirma Pintó. Torres se convirtió décadas después en el director del departamento de programas espaciales del INTA.
El INTASAT contaba con la cobertura programática de la CONIE, con el prestigio y el apoyo incondicional del INTA y con el apoyo de tres importantes compañías: Construcciones Aeronáuticas (CASA), Thales Alenia Space (entonces Estándar Eléctrica) y la colaboración inicial de la firma británica Hawker Siddeley Dynamics.
Según afirma Dorado, “con el asesoramiento de la norteamericana TRW, Hawker Siddeley había desarrollado unos pequeños satélites que nos querían colocar. Pero Fernández Sintes, Inocencio Tato, García Muzarra y yo llegamos a la conclusión de que con eso no íbamos a aprender, y rechazamos su propuesta”.
“A los británicos no les gusto nuestra negativa ─subraya Dorado─ así es que dejamos de lado sus propuestas e hicimos dos proyectos”. Uno estaba basado en el satélite Francia 1, “que era el que más me gustaba, ya que era modular y si había que hacer modificaciones ─afirma Dorado─, me parecía el más idóneo. Pero CASA dijo que era muy complicado”. Así que el equipo director del proyecto tuvo que inclinarse por algo cosa más sencillo y así fue como nació el INTASAT.
El INTASAT “fue 100 por ciento español, salvo tres excepciones”, puntualiza Dorado: “los mástiles de las antenas, que eran desplegables, tenían una fiabilidad absoluta y los adquirimos en Canadá; los paneles solares, que los compramos a una pequeña empresa británica y las baterías”.
Sin continuidad
Aunque Dorado pretendió que las baterías las desarrollara la empresa española Tudor, “nos dijeron que no, así es que las compramos en Francia”. Eran de níquel-cadmio, una tecnología desarrollada por los alemanes durante la Segunda Guerra Mundial.
El INTASAT demostró que en España existía la cualificación humana y técnica suficiente para que el estado impulsarse y desarrollara las bases de un tejido industrial nacional.
Sin embargo, la muerte del general Franco un año más tarde del lanzamiento del satélite, los efectos de crisis económica derivada de la brutal alza del petróleo y las consecuencias de la transición política impidieron que el INTASAT tuviera continuidad. Y eso que su coste fue de ¡780.000 euros!, lo que entonces eran 130 millones de pesetas de la época.
El INTASAT viajó gratis al espacio como carga complementaria, ya que la principal razón del lanzamiento del cohete Delta era poner en órbita el satélite meteorológico estadounidense por infrarrojos ITOS-G (NOAA-4) de 339,7 kg, al que acompañaba el Oscar 7, otro pequeño ingenio para radioaficionados de 28,8 kg.
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