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Espacio

Philae hibernará sobre el cometa 67P hasta que la despierten los rayos del Sol

La sonda Philae fotografiada por Rosetta al iniciar su descenso hacia el cometa 67P/Churyumov-Gerasimenko
La sonda Philae fotografiada por Rosetta al iniciar su descenso hacia el cometa 67P/Churyumov-Gerasimenko
La sonda Philae ha dejado de transmitir al agotarse sus baterías. Ahora la ESA confía que al acercarse el cometa 67P/Churyumov-Gerasimenko al Sol, esta "despierte" al recibir más luz.

Arrinconada en la penumbra y con sus baterías casi agotadas, la ESA todavía confía en poder resucitar a la sonda que ha hecho historia

Secuencia de los rebotes de Philae captada desde Rosetta
Secuencia de los rebotes de Philae captada desde Rosetta

Por Juan Pons – En un intento de colocar a la sonda Philae en una posición que le permitiese recibir la energía solar que necesita para recargar sus baterías, los técnicos del Centro de Operaciones Espaciales de la ESA en Darmstadt (Alemania), lograron hace un par de días que Philae girara sobre sí misma alrededor de 35°. Pero no consiguieron mejorar su posición relativa y no fue posible mejorar su estado.

Así las cosas, la ESA ha decidido que la sonda permanezca en situación de durmiente, a la espera de que el cometa, en su trayectoria de acercamiento al Sol, pudiera recibir mayor radiación solar y, al igual que en el cuento de la Bella Durmiente, que los cálidos besos del astro rey puedan resucitar a una princesa llamada Philae que, hoy por hoy, yace medio helada sobre un inhóspito cometa al que coloquialmente llaman “Tchuri”.

Soltada en caída libre en la tarde del 12 de noviembre desde su nave nodriza Rosetta, la sonda de descenso Philae –de 100 kg de peso en la Tierra, pero de sólo 1 gramo sobre la inexistente gravedad del cometaimpactó y rebotó dos veces, quedando en una zona de penumbra que imposibilita su trabajo científico, que no es otro que aportar datos para saber si la vida en la Tierra tiene su origen en los cometas.

Millones de personas en todo el mundo tuvieron la oportunidad de saltar de alegría y abrazarse, al presenciar la epopeya de la llegada de un artefacto construido por el hombre hasta un frio y accidentado cometa –el 67P/Churyumov-Gerasimenko−, que deambula por el cosmos a 500 millones de kilómetros de la Tierra.