Las políticas del nuevo presidente de Estados Unidos están creando un clima adverso a cualquier compra de material de defensa que proceda del país norteamericano. Tras Portugal, es ahora Canadá quién renuncia a la compra de los F-35.

Por Jaime Pérez Guerra, director de Estrategia y Nuevos Proyectos Fly News.
Medidas de ida y vuelta. La nueva Trump Politic está desafiando el orden mundial, y con ello, el que hasta ahora parecía el mercado natural para algunos productos de defensa, como los aviones militares. Sus aranceles, sus anuncios amenazando a Europa y otros países tradicionalmente alíados de Estados Unidos para «cortar el grifo» de lo que el nuevo presidente considera que han sido «abusos contra los ciudadanos de Estados Unidos», como la última frase de que Europa se creó para «fastidiar a Estados Unidos» está provocando reacciones en cadena a nivel mundial.
Si la semana pasada Portugal anunciaba que renuncia a la compra de cazas Lockheed Martin F-35, un programa que se estaba negociando sin que aún estuviese nada firmado, pero con el intéres manifiesto de nuestros vecinos de modernizar su Fuerza Aérea, es ahora Canadá quién anuncia que renuncia a la compra de 88 Lockheed Martin F-35, que tenía “apalabrados” con Washington. El nuevo gobierno canadiense entra con fuerza y no duda en responder a su vecino del sur.
Canadá ya había iniciado los pagos por los 16 primeros aviones, y estos serán difíciles de cancelar. Pero los canadienses empiezan a resistirse a un gasto de cerca de 80.000 millones de dólares en un avión en el que no tendrían la capacidad de actualización del software, al igual que su mantenimiento y modificaciones que deben realizarse en Estados Unidos.
Los europeos deben comenzar a prescindir del material americano siempre que sea posible, y lanzar los programas necesarios para eliminarlos completamente en los próximos años. Aunque el problema está en el corto y medio plazo.
Esta cuestión es similar para todos los compradores extranjeros, ya que el departamento de Defensa de Estados Unidos puede negar las actualizaciones de software y reducir enormemente las capacidades operativas del avión. Tal y como está desarrollándose la política exterior norteamericana, este es un riesgo que no pueden permitirse los países europeos. El F-35 debería haberse convertido en un avión “estándar” en la OTAN, de hecho los están operando Italia, Reino Unido, Bélgica, Finlandia, Dinamarca, Polonia, Holanda y Noruega, pero el código fuente en manos únicamente americanas, es una Espada de Damocles, que no debe ser aceptada por Europa.
Los europeos deben comenzar a prescindir del material americano siempre que sea posible, y lanzar los programas necesarios para eliminarlos completamente en los próximos años. La industria europea puede ponerse a nivel (en muchos casos ya lo está) para cubrir todas las necesidades europeas, y en su momento competir cara a cara con los Estados Unidos.
El problema está en el corto y medio plazo. Pero Europa ha tenido históricamente el liderazgo tecnológico en los temas de defensa, hasta que con el caramelo envenenado de actuar como escudo de defensa de occidente (ver declaraciones de Francisco Sánchez Segura, presidente de Airbus España, sobre el gasto europeo en Defensa en este enlace), Estados Unidos logró reducir nuestro gasto en defensa e incrementar nuestra dependencia del producto americano. Solo han hecho falta un par de meses para que se nos cayese la venda de los ojos.
Francia ha demostrado más visión en este tema que sus homólogos europeos y ha conservado una envidiable independencia, que ahora nos debería servir de modelo. Lo que se echa en falta, es la respuesta de los fabricantes norteamericanos, que sin duda serán los principales perjudicados por las nuevas políticas de Trump. Europa y el mundo están reaccionando, y es de esperar que los grandes lobbies de defensa e industria aeroespacial de Estados Unidos comiencen a realizar su trabajo.
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