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HALO, turismo espacial español

El globo estratosférico de HALO.
El globo estratosférico de HALO.

Por Rafael Acedo. Del sol y playa a un vuelo espacial. Esta es la propuesta de HALO, un globo estratosférico que cuenta con una importante participación española para convertirnos en protagonistas del nuevo mercado del turismo espacial.

En un lugar de la España vaciada un  microbús atraviesa la noche hacia una silueta imponente que se levanta en el horizonte. Dentro del vehículo, ocho pasajeros con modernos trajes deportivos marcados con el emblema de HALO, aguardan para lo que podría ser una de las mejores experiencias de sus vidas.

Iluminado por potentes focos, se erige una estructura gigante, con dos largos y enjutos brazos. No es una ilusión; es un globo estratosférico casi listo para despegar en uno de los Spaceport en los que HALO va a desplegar el turismo espacial en España y otros lugares del mundo en los próximos años.En ese momento, se está completando la carga de más de una tonelada de helio en el globo estratosférico que los impulsará hacia las alturas.

España es una potencia turística de primer nivel mundial, aunque su oferta se haya centrado tradicionalmente en sol y playa. Los esfuerzos de los últimos años por diversificar su mercado turístico aún arrojan resultados modestos.

Menos conocido es el hecho de que España también es una potencia en tecnología aeroespacial, situándose entre los pocos países capaces de desarrollar, certificar y desplegar grandes aviones de transporte de pasajeros. Además de contribuir a aviones civiles de Airbus, al Eurofighter y al A400M, los modelos CN235 y C295, completamente desarrollados y certificados en España bajo las mismas normativas que los grandes aviones de Airbus o Boeing, son un claro ejemplo de ello. En España se han modificado de manera extensiva los A330 para crear los tankers más avanzados del mundo. Asimismo, la tecnología de fibra de carbono de Airbus alcanzó su madurez en España y desde aquí se difundió al resto de Europa.

La iniciativa HALO se basa en estas capacidades de la industria aeroespacial española para desarrollar un sistema sofisticado que llevará a turistas a la estratosfera en condiciones de seguridad y confort comparables a las del transporte aéreo. Este sistema ofrecerá una visión de la Tierra desde unos 35 km de altura. Un turismo sofisticado y de alto valor añadido, sustentado en una sólida base técnica e industrial española, que además cumplirá con los más altos estándares de cuidado ambiental.

HALO ha reunido en este proyecto a un grupo de las mejores empresas aeroespaciales españolas, encabezadas por CT, Aciturri y GMV, junto con especialistas internacionales en globos estratosféricos, como la india TIFR Balloon Facility, la británica B2Space, y líderes mundiales en paracaídas guiados como la canadiense MMIST. Supervisado por un grupo de expertos aeronáuticos del país, agrupados en QPAS, el equipo ha estado avanzando en el camino que permitirá poner en la estratosfera a más de 10.000 turistas dentro de esta década. Ya se han realizado cinco lanzamientos de prueba, y hay más preparados para los próximos meses.

Así será la experiencia HALO

Nuestros ocho pasajeros son recibidos por el equipo de tierra, y son acompañados hacia la cápsula de HALO. Una nave redondeada, soportada por un tren de aterrizaje con apariencia de módulo lunar que destaca por sus grandes ventanas transparentes, y que apenas insinúa una estructura interna de aluminio aeronáutico y fibra de carbono diseñada para soportar todas las cargas previstas en la normativa aplicable.

Allí, se van sentando en los ergonómicos asientos preasignados para cada uno, ajustándose sus cinturones de seguridad de cinco puntos y preparándose para el lanzamiento. Frente a cada uno de ellos, una generosa ventana de alta calidad óptica promete una experiencia visual impactante.Un atento piloto, que también es un experto parapentista, saluda uno a uno a los pasajeros y verifica que todo esté en regla antes de ocupar su puesto de control.

3, 2, 1, ¡Suelta! Una suave sacudida señala que estamos en el aire. Aquí no hay fuego, humo ni ruido, solo un silencio solemne mientras la cápsula asciende arrastrada por un globo que se expande como una gigantesca medusa. Nueve pares de ojos escrutan un paisaje donde solo se distingue la luz del Space Port y la tenue iluminación de alguna población lejana en  la noche.

Pasados unos minutos, nos topamos con el amanecer, mientras la cápsula sigue su ascenso hacia la estratosfera. La luz del  sol lo inunda todo, mientras los sistemas a bordo mantienen una temperatura agradable de 22-24 °C aunque el exterior de la cápsula pueda alcanzar los -80 °C. La cabina herméticamente sellada mantiene la presurización para que no exceda la altitud de 10.000 pies (3 km) y sus sistemas regulan la pureza del aire y el contenido de oxígeno, ajustándolo según sea necesario para mantener condiciones óptimas durante todo el vuelo.

El ambiente se relaja en la cápsula. Los pasajeros comienzan a intercambiar impresiones entre ellos y con los acompañantes que les siguen desde tierra. Las pantallas individuales ofrecen en todo momento datos precisos de la posición y otros detalles del vuelo, al tiempo que permiten una visión de 360° desde las cámaras situadas en el exterior.

Se apaga la señal de cinturones, los pasajeros comienzan a estirar las piernas. Nos acercamos a los 35 km de altura, el cielo es completamente negro, la curvatura de la Tierra dibuja un impactante arco de luz en diversos tonos de azul, y el globo, que a esta altitud ha crecido hasta alcanzar los 130 m de diámetro, se muestra claramente sobre la cápsula y hasta nos proporciona una tenue sombra.

Tras algo más de una hora disfrutando de esas espléndidas vistas, comienza el descenso. El piloto empieza a soltar gas del globo y éste acelera su descenso hasta estabilizarse. El cielo se tiñe lentamente de tonos azulados y la geografía se hace más visible a la luz del mediodía. Todo es muy suave durante casi una hora hasta que el piloto anuncia la inminente suelta del globo para que los pasajeros retomen sus asientos y abrochen los cinturones de seguridad. A una breve cuenta atrás le sigue la separación.

El globo se desgarra en la suelta y un pequeño transpondedor seguirá indicando su posición hasta que caiga para ser recogido y reciclado.Durante un instante estamos en caída libre, que se va frenando con la secuencia de apertura del parapente. Dura apenas unos segundos pero es un chute de adrenalina con el que comienza el planeo hacia el punto de aterrizaje.

El piloto, guiado por los sistemas a bordo y su panorámica visión del terreno, va corrigiendo cualquier desviación de trayectoria que los vientos hayan producido durante las cinco horas de vuelo. A medida que el punto de aterrizaje se acerca sin desviaciones, realiza una rápida maniobra de frenado a apenas unos metros del suelo, posando la cápsula con precisión. El tren de aterrizaje amortigua el impacto, que no es mayor que el de un aterrizaje convencional en un avión. Tras un corto deslizamiento, la cápsula se detiene, liberando el paracaídas.

El viaje ha generado un sinfín de recuerdos memorables, pero cero contaminación. Sin emisiones nocivas ni gases de efecto invernadero, pues el helio liberado es un gas noble que no afecta al medio ambiente. Además, el globo será recogido y reciclado, y tanto la cápsula como el parapente regresarán al Space Port para prepararse para nuevas jornadas.

Así se ve el futuro del turismo espacial: espectacular, seguro y respetuoso con nuestro planeta.