Retornar a la Luna también ha despertado el interés de los líderes políticos de China e India, que junto a Rusia, Japón e incluso Israel han aprobado planes para continuar con la exploración lunar.La Luna es el próximo desafío de la exploración espacial mundial y el presidente Donald Trump acaba de asegurar que Estados Unidos regresará a la Luna “muy pronto”. Con esta ambigua frase pronunciada en su discurso del 4 de julio, fecha en la que se conmemora la independencia de Estados Unidos, corrobora las palabras de su vicepresidente Mike Pence que, el 26 de marzo, aseguró por sorpresa que los astronautas norteamericanos retornarían a nuestro satélite natural “antes de 2024”, año que coincide con el final del segundo mandato de Trump, en caso de que sea reelegido.
Retornar a la Luna también ha despertado el interés de los líderes políticos de China e India, que junto a Rusia, Japón e incluso Israel han aprobado planes para continuar con la exploración lunar para poder extraer los abundantes recursos minerales de titanio, aluminio, hierro, silicio, magnesio, calcio e incluso oxígeno que existen en su rico subsuelo.
El interés de Trump por volver a llevar astronautas norteamericanos a la Luna, entre ellos a la primera mujer, se remonta a diciembre de 2017, cuando firmó la Directiva de Política Espacial 1. Pero tal medida exige inyectar en la NASA durante los próximos años “entre 20.000 y 30.000 millones de dólares adicionales”, valora, Jim Bridenstine, el administrador de la Agencia, cuyo presupuesto anual ya es de 21.000 millones de dólares.
Aumentar en 1.600 millones de dólares los fondos anuales de la NASA para el año fiscal 2020 y siguientes no parece suficiente para optar a un alunizaje antes de 2024, especialmente si tenemos en cuenta el importante retraso que acumula el nuevo lanzador SLS (Space Launch System) y la apuesta de la NASA por la estación espacial cislunar Lunar Gateway que debiera servir de avanzadilla a los continuados desembarcos de astronautas sobre la Luna.
El diseño actual del complejo orbital Gateway está constituido por el módulo PPE (Power and Propulsion Element), el módulo de la Agencia Espacial Europea (ESA) SPRIT (European System Providing Refueling Infrastructure and Telecommunications), los módulos habitables UM (Utilization Module) de la NASA e IPH (International Partner Habitat) a cargo la ESA y Japón, una esclusa proporcionada por Rusia, el brazo robótico aportado por Canadá.
La NASA ya ha contratado por 375 millones de dólares la construcción del PPE, el primer eslabón de la futura estación espacial, un módulo de 5 toneladas cuya labor es proporcionar energía eléctrica al conjunto de Gateway y cuyo despegue está previsto para 2022.
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