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Coordinación y cooperación interna: la llave del éxito para España

Por Jaime Pérez Guerra. Desde hace varios años se comenta que el sector de defensa está en un punto de inflexión. Es cierto, pero parece que en los últimos meses, la confirmación del cambio de ciclo ya no presenta dudas.


La situación política internacional sigue siendo tensa. Desde el enquistamiento del conflicto en Ucrania y la política de tensión que mantiene el Kremlin hacia Occidente, hasta el cierre en falso del conflicto sirio, con el comienzo de la ofensiva turca contra los kurdos, y por supuesto, los conflictos en Irán, Afganistán, Yemen, África subsahariana, que no terminan de cerrarse. A estos hay que unir la creciente tensión en el sudeste asiático, donde China ha decidido una clara política de expansión, en contra de los intereses indios, japoneses, coreanos y del resto de los países de la región. De la pantomima de Corea del Norte, mejor no hablamos.

La situación es muy compleja y genera una gran incertidumbre a todos los niveles, al haber decenas de conflictos de baja intensidad en marcha.

Además de los episodios de terrorismo islamista, y la alerta continuada que esto supone para Occidente, tenemos que añadir todo el asunto de ciberataques, que son el pan nuestro de cada día en empresas y administraciones. Con todo ello, da la impresión de que el “status quo” que se gestionó tras la caída del muro está empezando a saltar por los aires.

Europa ha reaccionado por fin. Por primera vez se establecen mecanismos de financiación para inversión en defensa y la necesaria I+D. Y ahora el embrión de un ejército europeo parece estar más cerca con las iniciativas de la EDA para compartir recursos y estandarizar materiales. El acuerdo entre Alemania y Francia es también muy importante, aunque la política internacional de ambos países dista mucho de ir por el mismo camino.

En España, el nuevo ciclo inversor de defensa se cifra en 25.000 millones de euros en los próximos 15 años, y el ministerio parece decidido a recuperar un presupuesto que este más en línea con la pretensión de la OTAN de acercarse al 2% del PIB de cada país miembro.

Buena parte de estas nuevas inversiones tienen que ver con temas aeroespaciales. Además del MRTT, el NH90 naval, el nuevo avión de entrenamiento para la Fuerza Aérea, y los helicópteros Chinook, España tendrá que aportar fondos si quiere participar en el nuevo sistema de combate europeo, sin olvidar los programas de sistemas no pilotados y RPAS.

La situación genera de nuevo buenas oportunidades para la industria española. La novedad es que ahora tanto la administración como la industria tienen claro que debemos organizarnos de forma eficiente si queremos participar en los beneficios tecnológicos e industriales que este ciclo debe aportar. La colaboración abierta y leal entre las diversas organizaciones es ahora ineludible. Clústeres, TEDAE, las administraciones, tanto central como las autonómicas, centros de investigación, universidades, harían bien en crear mecanismos que aglutinasen esfuerzos, evitasen duplicidades y detectasen oportunidades para la industria española.

Los sistemas de financiación para mantener y desarrollar nuestro tejido productivo deben estar mejor coordinados. No puede ser que se devuelva dinero para I+D a Europa cada final de año, como lleva ocurriendo por ejemplo en Andalucía. Es hora de desarrollar una filosofía de cooperación interna dentro de España, y por tanto de un apoyo sin fisuras del Gobierno Central a las iniciativas que busquen colocar a la industria aeroespacial española en el lugar que corresponde por su talento, capacidad de innovación y calidad de productos.

No olvidemos que estas mejoras se filtrarán inmediatamente al resto de los sectores más cercanos, con un efecto positivo para la competitividad de la industria española, y por tanto a su capacidad de exportar y crear empleo y riqueza.

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