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Volar con el viento

Las rutas se eligen en busca de los menores costes posibles en función de la distancia de vuelo.
Las rutas se eligen en busca de los menores costes posibles en función de la distancia de vuelo.

Hasta un 2,5 por ciento podría haber disminuido el consumo medio de combustible en vuelos entre Nueva York y Londres si estos hubiesen hecho un mejor uso del viento.

Desde hace ya varios años numerosas aerolíneas actualizan sobre la marcha los planes de vuelo de sus operaciones de largo radio para adaptar la trayectoria de vuelo a las mejores condiciones meteorológicas según evolucionan estas. Se busca no solo evitar áreas turbulentas que incomoden a los pasajeros y tripulación, sino también los vientos más favorables que ayuden a llegar antes y consumiendo menos combustible.

Trayectorias de vuelo sobre el Atlántico el 3 de diciembre de 2019, parte de las usadas en el estudio.
Trayectorias de vuelo sobre el Atlántico el 3 de diciembre de 2019, parte de las usadas en el estudio.

Ahora, un grupo de investigadores de la Universidad de Reading (Reino Unido), en colaboración con el Centro Nacional de Observación de la Tierra de Reino Unido y Poll Aerosciences, han completado un estudio que señala esta realidad a gran escala, al concluir que durante el invierno de 2019-2020 (concretamente entre el 1 de diciembre de 2019 y el 29 de febrero de 2020), los aviones que operaron entre las ciudades de Londres y Nueva York podían haber consumido hasta un 16 por ciento menos combustible si hubiesen usado rutas optimizadas para el consumo en lugar del coste.

Según sus datos, tras analizar las trayectorias de 35.000 vuelos, estas aeronaves podían haber realizado rutas entre un 0,7 y un 7,8 por ciento más cortas volando hacia el oeste, y entre el 0,7 y un 16,4 por ciento hacia el este si se hubiesen planificado según la corriente en chorro que se mueve de oeste a este y que es uno de los factores que hacen más cortos los vuelos hacia Europa desde América del Norte que los que van en sentido contrario.

Estos porcentajes se traducen, según el estudio, en una media de 200 km menos que habría recorrido cada avión, con el consiguiente ahorro de consumo, y de emisiones de gases de efecto invernadero como el CO2.

Las rutas se eligen en busca de los menores costes posibles en función de la distancia de vuelo.
Las rutas se eligen en busca de los menores costes posibles en función de la distancia de vuelo.

En concreto, cifran en unos 6,7 millones de kilogramos de CO2 los que se podía haber evitado emitir a la atmósfera en ese período. El ahorro de consumo se ha cuantificado en una media del 1,7 por ciento en los vuelos hacia Nueva York, y del 2,5 por ciento en los que tenían como destino Londres.

Los investigadores señalan que los denominados “tracks”, las rutas preestablecidas que se organizan cada día sobre el Atlántico Norte con el objetivo de mantener la separación entre vuelos, no siempre son las mejores rutas desde el punto de vista de los vientos en la zona. Además, según sus conclusiones, los operadores aéreos suelen definir sus rutas de tal forma que minimicen sus costes frente al consumo y las emisiones.

Para ellos, los cada vez mejores sistemas de seguimiento vía satélite permitirán seguir de una forma más precisa a las aeronaves fuera de las zonas de cobertura radar, con lo que será posible gestionarlas como si lo estuviesen, haciendo posible que las aeronaves vuelen con menores separaciones que las usadas en los tramos oceánicos actualmente y pudiendo seguir rutas optimizadas para el consumo de combustible con el consiguiente beneficio ecológico.

El grupo de investigadores, finalmente, anuncian nuevos estudios en este campo, incluyendo analizar las posibilidades de variar la velocidad, el nivel de vuelo e incluso la trayectoria para lograr los mayores ahorros de combustible.

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